PROYECTO MARTE

¿ALGUNA VEZ HABITAREMOS MARTE?
Hacer del Planeta Rojo un lugar habitable sería
la proeza de ingeniería más grande de la historia.
Por BRAD DARRACH Y STEVE PETRANEK

MARTE, EL DIOS ROMANO de la guerra, era cruel y despiadado, y una larga serie de naves espaciales no tripuladas ha revelado que el planeta homónimo no es menos hostil. Su superficie, del color de la sangre seca, está erizada de volcanes, surcada de profundos tajos que harían palidecer el gran Cañón del Colorado, y sembrada de cráteres abiertos en el hemisferio sur por impactos de aerolitos. La atmósfera es tan fría, que el bióxido de carbono se congela, y tan tenue, que una persona desprovista de traje especial se asfixiaría en pocos minutos.
Aún así, la NASA planea enviar astronautas a Marte antes del año 2020, y algunos científicos de renombre creen que deberíamos considerar la posibilidad de transformar ese planeta en un sitio habitable para la humanidad. La creación en Marte de un ambiente parecido al terrestre sería la obra de ingeniería más ambiciosa de todos los tiempos. Implicaría una inversión enorme, pero las ganancias podrían resultar aún mayores. “Marte está muerto”, dice el planetólogo de la NASA Christhoper McKay. “Resucitarlo sería un milagro, pero hay buenas razones para abrigar esperanzas”.


Hasta sus más fervientes partidarios reconocen la magnitud descomunal de la empresa, pero los expertos coinciden, a grandes rasgos, en cómo podría lograrse dentro de los dos próximos siglos:
Colonización, del 2015 al 2030. Tras un viaje de tres meses desde la Tierra, un cohete dejará a los primeros humanos en la superficie marciana, en una estación prefabricada con capacidad para entre 12 y 14 astronautas, que no tendrían tiempo ni para añorar la Tierra de tan ocupados que estarán haciendo cultivos experimentales, estudiando la atmósfera, las tormentas de arena y la radiación solar, y extrayendo muestras del subsuelo y explorando la superficie en busca de señales de vida pasada o presente.
Al salir del ambiente artificial de la estación tendrán que usar trajes espaciales presurizados y comunicarse entre ellos por radio, pues tan tenue es la atmósfera marciana, que no puede conducir el sonido de la voz humana. En el Ecuador, un medio de verano no podría ofrecer condiciones más espléndidas para dar un paseo: una temperatura de entre 18 y 21º C; bajo un cielo de color anaranjado subido. Un traje espacial ligero bastará para proteger al astronauta de los rayos ultravioleta del Sol y de la atmósfera irrespirable, compuesta en un 95 % de bióxido de carbono. Como la gravedad marciana equivale a poco más de un tercio de la terrestre, una mujer de 45 kilos pesaría sólo 17, y un atleta olímpico podría correr los 100 metros en menos de cinco segundos. El paisaje recordaría al de los desiertos de Arizona y California: un terreno de fina arena sembrado de peñas y pedruscos, sólo que de color de rosa y marrón rojizo porque la corteza marciana contiene alrededor de 13% de hierro, principalmente en forma de óxido.
El terreno es más árido que el de cualquier desierto terrestre; tanto, que si se pusiera sobre él un cubo de hielo, se evaporaría antes de fundirse, pasando directamente del estado sólido al gaseoso. En Marte no hay lagos, ríos ni mares; toda el agua está concentrada en depósitos subterráneos o congelada en los polos. Marte gira sobre su eje en 24 horas y 37 minutos, de modo que el día dura aproximadamente lo mismo que en la Tierra. El verano dura casi el doble porque el Planeta Rojo tarda 687 días en dar una vuelta alrededor del Sol. El monte Everest, con sus más de 8 880 metros de altura, parecería pequeño al lado del monte Olimpo, volcán marciano de 27, 400 metros que es la mayor elevación conocida de todo el sistema solar. Sólo una advertencia: si se sale a dar un paseo en Marte, conviene estar de regreso en la estación antes del ocaso, pues casi todas las noches la temperatura desciende bruscamente a unos 87º C bajo cero.


Calentamiento, del 2030 al 2080. Lo más difícil será calentar el planeta, primero elevando la temperatura media, que es de 60º C bajo cero, a 40º C bajo cero, tarea equiparable a fundir el hielo de la Antártida. Un modo de empezar será construir máquinas generadoras de gases de efecto invernadero, como el tetra fluoruro de carbono y el hexafluoruro de azufre movidas por energía nuclear, a fin de cubrir el planeta con una densa nube que retenga el calor. El suelo marciano contiene las materias primas para fabricar dichos gases. Al aumentar la temperatura, la atmósfera se volverá más densa, pero quizá nunca llegue a serlo en grado suficiente para proteger la superficie de los nocivos rayos del ultravioletas del Sol. En la Tierra, la capa de ozono intercepta estos rayos, pero el ozono es una forma de oxígeno, y en Marte habrá muy poco oxígeno en esta fase. Habrá que encontrar un sucedáneo, producirlo en Marte y arrojarlo a la atmósfera para formar un quitasol planetario. En esta etapa, la mayoría de los inmigrantes serán científicos, ingenieros, agrónomos, médicos y mecánicos, probablemente un número de varios centenares. La vida no será fácil. Aparte de dar un pase ocasional con traje de astronauta, tendrán que trabajar, descansar, comer y dormir juntos en el ambiente artificial de sus burbujas de aire.
Mejoramiento del medio, del 2080 al 2115. Mientras el planeta se calienta hasta alcanzar una temperatura media de 15º C bajo cero, el suelo empezará a despedir bióxido de carbono, nitrógeno y agua en creciente cantidad. La atmósfera seguirá densificándose y aparecerán nubes blancas en el cielo, que pasará poco a poco del color de rosa al azul. El agua se acumulará en las depresiones más profundas. Cuando esa temperatura alcanza los 26º C centígrados bajo cero, en las latitudes menos frías podrá sobrevivir la vegetación de la tundra terrestre. A causa de la inmigración y de una creciente tasa de natalidad, la población habrá alcanzado los 50,000 habitantes. Con el tiempo, los colonos podrán cambiar sus trajes espaciales por recicladores de aire. Máscaras herméticas conectadas a pequeños depósitos de oxígeno, que les permitirán usar los gases exhalados. Estos dispositivos estarán provistos de amplificadores de voz que les permitirán prescindir de sus aparatos de radio. La atmósfera será ya lo bastante densa para producir las ondas sonoras.


Un mundo pletórico de vida, del 2115 al 2150. Conforme la atmósfera se vaya volviendo respirable y la temperatura media alcance los 0º C., los cambios se sucederán como bola de nieve. El aire pronto será dos veces más denso que el de la Tierra. (No se preocupe: el ser humano puede vivir perfectamente sometido a una presión de dos atmósferas). Al mejorar las condiciones, surgirán ciudades cubiertos en las que proliferarán las pequeñas industrias a la par que los autos y los camiones herméticos. Tarde o temprano se producirá el primer embotellamiento en Marte.
Para entonces el Planeta Rojo será casi autosuficiente y atraerá inmigrantes y capital empresario a montones, lo que incrementará la expansión económica y demográfica de las ciudades. Acaso Marte llegue a ser el Valle de Silicio de la era interplanetaria. Aprovechando la abundancia de materia prima y la escasa gravedad, los inversionistas terrícolas podrían convertir el Plantea Rojo en el centro de producción de los más avanzados microcircuitos impresos de computadora. La gravedad disminuida también podría hacer de Marte una plataforma de lanzamiento de naves espaciales, un trampolín en el camino a las estrellas. Por fin, después de mucho tiempo, la inversión redituará y Marte empezará a devolver grandes riquezas a la metrópoli dueña de su economía. Los marcianos tendrán grandes sueños y los harán realidad. No habrá más remedio que aguantarse cuando los artistas de Marte acaparen la televisión terrestre y la música de ese planeta se ponga de moda entre nuestros jóvenes.
La última región inexplorada. A falta de plantas, árboles y bacterias que consuman bióxido de carbono y desprendan oxígeno, en Marte no puede formarse espontáneamente una atmósfera respirable. Sin embargo, es posible emplear ciertos microorganismos para producir tierra apta para el cultivo, y extraer oxígeno artificialmente del bióxido de la atmósfera. Además, las rocas carbonatadas y los yacimientos de óxido ferroso de la corteza marciana contienen millones de toneladas de oxígeno. Con ayuda de enormes espejos y hornos colocados en la superficie, es teóricamente posible extraer óxido ferroso, calentarlo y descomponerlo en hierro y oxígeno. De este modo podrían producirse miles de toneladas del preciado gas al año. Así aparecerán estanques, lagos, arroyos y mares incipientes. Una vez que la temperatura media alcance los 0ºC., el terreno se poblará de árboles resistentes, como las coníferas, y debajo de ellos empezará a formarse una capa de humus. Cuando la temperatura media sea de unos 4.5º C. –todavía menor que la de la Tierra, que es de 15º C.-, la mayor parte del hielo subterráneo y polar se habrá fundido y habrá formado ríos caudalosos y grandes lagos. Sin embargo, los mares serán de agua mineral: carbonatados, mas todavía sin sal. Empezará a llover con regularidad.
Envuelto en una atmósfera densa, Marte dará cobijo a grandes bosques, y habrá trigales donde antes no había más que desiertos. El árido Planeta Rojo se habrá convertido en un mundo verde y húmedo, cuyo largo verano permitirá a los agricultores recoger varias cosechas al año. Marte alcanzará la mayoría de edad en el futuro remoto, cuando sus habitantes, cansados de utilizar las mascarillas, terminen de formar la atmósfera. Una vez que sea totalmente propicio para la vida humana, Marte llegará a ser el parque del sistema solar. Los deportistas irán de excursión a la primer campiña extraterrestre, escalarán los montes más altos del sistema solar, navegarán por mares efervescentes, lanzarán pelotas de golf a más de 800 metros de distancia e irán a la oficina en paracaídas dirigibles.


Hoy somos como niños que, en la playa del océano cósmico, sueñan con el porvenir. Muchos de nuestros sueños naufragarán en ese océano, y uno de ellos puede ser la transformación de Marte en un sitio habitable. Pero supongamos que es posible hacerlo. ¿Hay que hacerlo?
La humanidad necesita una nueva ilusión, un nuevo desafío”, dice Robert Haynes, biofísico de la Universidad de York, en Ontario, Canadá, “Marte podría ser ese desafío”. En una época en que las fronteras se están borrando, es un desafío para la humanidad arrojarse valientemente al abismo y hacer suyo un destino como fundadores de la primera civilización interplanetaria.

EL FUTURO LEJANO

Predecir el futuro lejano del Universo, puede parecer temerario. Sin embargo, el destino del Universo está escrito desde el mismísimo Big Bang. Una vez que el reloj cósmico se puso en marcha todo quedó decidido.
Un universo abierto continuará expandiéndose y enfriándose eternamente. Puede parecer que ello significa la inmortalidad, pero, de hecho, es como una muerte lenta. Pasados suficientes de miles de millones de años, todas las estrellas de todas las galaxias morirán. Incluso los supermasivos agujeros negros que ocupan el centro de las galaxias desaparecerán. Al final, nuestro congelado y oscuro universo sólo contendrá un diseminado manojo de partículas.
LA MUERTE DEL SOL. A SUS 5,000 millones de años de edad, nuestro Sol es una estrella de mediana edad. Su brillo procede de la conversión de hidrógeno en helio en su interior (una reacción nuclear que genera energía). Pero dentro de 5,000 millones de años, habrá agotado su combustible. Su corazón encogerá y se calentará, mientras sus capas externas se hincharán y enfriarán. Los planetas más cercanos, Marte y Venus, serán engullidos por esta expansión de la superficie solar, cuyo calor residual evaporará, además, los océanos y la atmósfera terrestres. Será el fin de la vida en nuestro planeta.
LA CUENTA ATRÁS HACIA EL BIG CRUNCH. Si existe suficiente materia, la fuerza gravitatoria conducirá al universo a una ardiente muerte: el Big Crunch. La cantidad total de materia determina el momento en que se produciría. Los astrónomos no conocen esa cifra, por lo que no pueden saber cuándo, si es que llega a ocurrir, se parará la expansión y empezará la contracción hasta el colapso final, aunque sí pueden predecir lo que ocurriría en esta cuenta atrás hacia el Big Crunch. Es parecido a un Big Bang al revés, aunque con ciertas diferencias. Mientras el Big Bang tenía sólo miniagujeros negros1, el universo, al colapsar, tendrá agujeros negros supermasivos, que sobrevivirán hasta el momento final: el universo desaparecerá convertido en un único megaagujero negro.

1. Agujero negro: objeto colapsado cuya fuerza gravitatoria es tan grande, que nada, ni siquiera la luz, puede escapar. Como resultado el objeto es negro, y es un agujero porque los objetos que “caen” en él no pueden salir.