La vida del hombre sobre la Tierra ha estado siempre condicionada, aunque en distinta medida, por las limitaciones que le impone la naturaleza: climas muy fríos o muy áridos, altitudes o pendientes excesivas, suelos inadecuados, pueden ser repulsivos para la actividad humana. Pero además de este tipo de limitantes, que tienen un carácter prácticamente constante en el tiempo, existen otros que actúan de forma episódica: se trata de los riesgos naturales, que de forma recurrente asolan ciertas regiones del planeta: inundaciones, huracanes, terremotos, coladas volcánicas... Ciertamente la importancia de estos limitantes no tiene un carácter absoluto, sino relativo, ya que se modifica con el tiempo: las sociedades arcaicas se encontraban afectadas por muchas más restricciones naturales que las sociedades actuales; pero aunque la capacidad transformadora del hombre es cada vez mayor, y el progreso técnico le permite superar muchas de las antiguas limitaciones, es evidente que la naturaleza sigue imponiendo importantes restricciones a su actividad, especialmente en casos de condiciones naturales extremas.
La influencia limitante del medio natural sobre la actividad humana ha sido vista tradicionalmente desde esta perspectiva. Pero hoy en día tiende a destacarse cada vez más la perspectiva opuesta: la de los impactos de las actividades del hombre sobre el medio ambiente. Se trata de la propia capacidad del planeta para asimilar el creciente deterioro ambiental que produce el hombre.
Frente a lo que ocurra en otras épocas, en las que la capacidad transformadora del hombre era menor, hoy los impactos sobre el medio ya no son sólo locales o regionales, sino que alcanzan a la totalidad del globo. Pero lo mas importante es que por primera vez existe una verdadera conciencia colectiva sobre este problema. Hoy la naturaleza limita la actividad del hombre no sólo desde una perspectiva negativa (la naturaleza factor restrictivo para la actividad humana), sino también desde una perspectiva positiva (la naturaleza como valor a preservar).
Pero la naturaleza no es sólo un limitante para la vida del hombre: también es una fuente de recursos. El medio natural ofrece al hombre una gran cantidad de oportunidades, que son aprovechadas de distinta forma por las distintas sociedades. Ciertamente el hombre reconoce en las propiedades de los lugares unas oportunidades para desarrollar sus actividades. La fertilidad del suelo constituye un factor esencial para la actividad agraria, de la misma forma que la calidad del paisaje natural lo es para las actividades de recreo.
Aunque se tiende a generalizar acerca de las sociedades, en el sentido de que cada sociedad tiene unas normas y unos valores, no cabe duda de que en cada momento y en cada espacio existen diferencias en el modo en que los grupos que forman parte de una sociedad valoran las características naturales del espacio. CLOUT (1976, p. 108) pone un ejemplo muy claro al respecto: «Un agricultor puede considerar un terreno abrupto, con el suelo pedregoso, como un trozo de tierra improductivo y de poco valor para la agricultura. Según este criterio le adjudicaría un pequeño valor monetario.
Por el contrario un visitante de la ciudad puede ver el mismo trozo de tierra como un lugar muy adecuado con una excelente vista del agradable paisaje, y que constituye un lugar inmejorable para la construcción de una vivienda secundaria>~.
Las valoraciones no sólo cambian en un mismo tiempo entre grupos sociales distintos, sino también a lo largo del tiempo. «Los ‘recursos naturales’ de un espacio determinado tienen valor únicamente en función de una sociedad, de una época, y de unas técnicas de producción determinadas; están en relación con una forma de producción y con la coyuntura de una época» (DoLLrus, 1975, p. 39). Espacios que nunca antes en la Historia fueron valorados, en un momento dado pueden resultar muy demandados. Las playas fueron consideradas como arenales improductivos a lo largo de muchos siglos y hoy constituyen una fuente de riqueza de incalculable valor para los países de turismo de sol y playa. Los emplazamientos defensivos, óptimos en época de guerra, fueron considerados como poco apropiados en tiempos de paz, pero recientemente han sido revalorizados por el turismo rural. Así mismo, el abondono de algunas explotaciones mineras en muchos casos no es más que una respuesta a los cambios de cotización de los minerales en los mercados internacionales a lo largo del tiempo, mientras que la extracción de otros minerales sólo se ha llevado a cabo cuando la sociedad alcanzó el nivel técnico suficiente para aprovecharlos, como es el caso del uranio y su aplicación en las plantas nucleares.
Por lo tanto, el concepto de recurso natural está íntimamente ligado al de utilidad, por lo que debe ser considerado como una categoría humana: la materia y la energía se convienen en recurso en tanto que se les asigna un uso, variable culturalmente y modificable en el tiempo. Lo importante no es la materia o la energía en sí misma, sino el servicio derivado de su consumo.
De este modo, «la definición de recurso ha de ser necesariamente dinámica, variando con la tecnología, disponibilidad y utilidad» (OTERO, 1998, p. 19).
La influencia limitante del medio natural sobre la actividad humana ha sido vista tradicionalmente desde esta perspectiva. Pero hoy en día tiende a destacarse cada vez más la perspectiva opuesta: la de los impactos de las actividades del hombre sobre el medio ambiente. Se trata de la propia capacidad del planeta para asimilar el creciente deterioro ambiental que produce el hombre.
Frente a lo que ocurra en otras épocas, en las que la capacidad transformadora del hombre era menor, hoy los impactos sobre el medio ya no son sólo locales o regionales, sino que alcanzan a la totalidad del globo. Pero lo mas importante es que por primera vez existe una verdadera conciencia colectiva sobre este problema. Hoy la naturaleza limita la actividad del hombre no sólo desde una perspectiva negativa (la naturaleza factor restrictivo para la actividad humana), sino también desde una perspectiva positiva (la naturaleza como valor a preservar).
Pero la naturaleza no es sólo un limitante para la vida del hombre: también es una fuente de recursos. El medio natural ofrece al hombre una gran cantidad de oportunidades, que son aprovechadas de distinta forma por las distintas sociedades. Ciertamente el hombre reconoce en las propiedades de los lugares unas oportunidades para desarrollar sus actividades. La fertilidad del suelo constituye un factor esencial para la actividad agraria, de la misma forma que la calidad del paisaje natural lo es para las actividades de recreo.
Aunque se tiende a generalizar acerca de las sociedades, en el sentido de que cada sociedad tiene unas normas y unos valores, no cabe duda de que en cada momento y en cada espacio existen diferencias en el modo en que los grupos que forman parte de una sociedad valoran las características naturales del espacio. CLOUT (1976, p. 108) pone un ejemplo muy claro al respecto: «Un agricultor puede considerar un terreno abrupto, con el suelo pedregoso, como un trozo de tierra improductivo y de poco valor para la agricultura. Según este criterio le adjudicaría un pequeño valor monetario.
Por el contrario un visitante de la ciudad puede ver el mismo trozo de tierra como un lugar muy adecuado con una excelente vista del agradable paisaje, y que constituye un lugar inmejorable para la construcción de una vivienda secundaria>~.
Las valoraciones no sólo cambian en un mismo tiempo entre grupos sociales distintos, sino también a lo largo del tiempo. «Los ‘recursos naturales’ de un espacio determinado tienen valor únicamente en función de una sociedad, de una época, y de unas técnicas de producción determinadas; están en relación con una forma de producción y con la coyuntura de una época» (DoLLrus, 1975, p. 39). Espacios que nunca antes en la Historia fueron valorados, en un momento dado pueden resultar muy demandados. Las playas fueron consideradas como arenales improductivos a lo largo de muchos siglos y hoy constituyen una fuente de riqueza de incalculable valor para los países de turismo de sol y playa. Los emplazamientos defensivos, óptimos en época de guerra, fueron considerados como poco apropiados en tiempos de paz, pero recientemente han sido revalorizados por el turismo rural. Así mismo, el abondono de algunas explotaciones mineras en muchos casos no es más que una respuesta a los cambios de cotización de los minerales en los mercados internacionales a lo largo del tiempo, mientras que la extracción de otros minerales sólo se ha llevado a cabo cuando la sociedad alcanzó el nivel técnico suficiente para aprovecharlos, como es el caso del uranio y su aplicación en las plantas nucleares.
Por lo tanto, el concepto de recurso natural está íntimamente ligado al de utilidad, por lo que debe ser considerado como una categoría humana: la materia y la energía se convienen en recurso en tanto que se les asigna un uso, variable culturalmente y modificable en el tiempo. Lo importante no es la materia o la energía en sí misma, sino el servicio derivado de su consumo.
De este modo, «la definición de recurso ha de ser necesariamente dinámica, variando con la tecnología, disponibilidad y utilidad» (OTERO, 1998, p. 19).
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